2015.
El día estaba nublado. Casi lluvioso.
El día estaba nublado. Casi lluvioso.
Había llegado a la estación diez
minutos antes de lo normal.
Durante el breve momento que me encuentro allí, suelo sentir una extraña forma de adrenalina.
Comienza en el momento de la llegada.
Comienza en el momento de la llegada.
Las puertas se abren, la gente se
acumula.
Todo es caótico.
Energía y movimiento constante,
una sensación de estar apurado, acelerado.
Y deja de ocurrir en el momento que
ingreso.
Las puertas se cierran, la gente se reubica.
Las puertas se cierran, la gente se reubica.
Todo es calma.
Aunque esa vez, había otro tipo de calma en la estación.
Ese ambiente normal de movimiento constante parecía no estar.
Ese ambiente normal de movimiento constante parecía no estar.
Pero percibía su inminencia.
Del tren llegando en cualquiera de
los dos sentidos.
Del ingreso de la gente durante los siguientes minutos.
Del ingreso de la gente durante los siguientes minutos.
Del caos entre la calma.
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